La comprensión de las palabras de Jesús no se debe a un esfuerzo intelectual de aquellos a los que El acompaña en el camino del desconcierto por no entender la paradoja pascual. Se trata, por el contrario de un don suyo, espiritual, que consiste en abrir nuestras mentes, encendiendo nuestro corazón desolado y caldeándolo hasta hacer posible la nueva interpretación que tiene que ver con vivir desde la fe los acontecimientos de Jerusalén. Esto es, considerar como inevitable el ser nada para llegar a la gloria de Dios que no es un fuego de artificio sino llama interior que ilumina las noches y fracasos.
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