RUGE EL LEÓN

y el viento transporta
su ruido,
siembra que alcanza el horizonte,
eco disipado en el rayo de sol
sobre la piedra,
relámpago divino,
temblor en el pueblo,
aguacero del cielo,
lamento a la espera del gozo,
alarido, alarma,
un profeta clama
ahuyentando su miedo.

EL SONIDO ESPIRITUAL Y DULCE

aleteo que te eleva
a la  cumbre más alta.
Silencio de miel,
transcurrir de las horas
en paz,
cálida atmósfera
sin noticias de la prisa,
soledad hermética
del  páramo extenso
inabarcable a los ojos.
Vapor de nube,
fresco vespertino
de una luna creciente
proyectada en el yermo.
Letargo, sueño,
visión divina,
inesperada  llovizna,
susurro que sorprende
y pacifica.

CUMPLIRSE EL TIEMPO

desplegarse,
árbol en flor,
luz expandida,
vida, grito, lágrima
nombre,  paso a paso,
balbuceo,
miel en el yermo,
abrir un camino
con la voz,  eco y   aridez,
crepúsculo,
silencio, cinturón de cuero
rodeando el desierto.

ANGOSTO CAMINO

senda tortuosa,
subida estrecha,
recorrido claroscuro,
largo trecho,
ansia de vida,
luna,
tierra,
sal,
marea,
palabra,
huella,
trazo,
paso,
lucha,
silencio y sangre.

VIGA

en tus ojos
para ver la brizna
del vecino.
Ruido en tus oídos
para escuchar
lo imperceptible del prójimo.
La ascua a tu sardina,
para el triunfo
del enemigo la sordina.

AL OÍDO

En voz baja,
presencia,
penumbra,
palabra que alumbra
la cámara secreta,
íntima confidencia,
revelación escondida
que se anuncia en la azotea,
pregón, anuncio,
sin miedo por perder la vida
en aras del Evangelio.

FUENTE DE VIDA Y DE LUZ

incesante torrente,
corazón, abertura
al divino océano
de misericordia infinita, manantial ardiente.
Rayo, haz, fulgor,
puerta, camino estrecho,
acceso, pasadizo, carne en cruz
al Padre, verdad, Espíritu.

EN SU CORAZÓN

tamiz de la vida,
el sueño de Dios,
se regocijaba por
las proezas divinas:
pobres en tronos,
ricos en las aceras,
estériles con hijos
madre de muchos baldías.
Por sus venas ansia  femenina
de justicia,
dolor ante el sinsentido,
 flor de la aurora
amanecer, sonrisa
quiebro en el alma
vuelo, sangre, camino.

CIERRA LA PUERTA

Quédate.
Percibe el lento transcurrir
del tiempo.
No te apresures. Gusta
el sabor  del silencio,
el insípido vuelo del que está quieto.
Lágrimas por dentro
rocían la rosa que amanece
en tus glóbulos rojos.
Respira el aroma
de la tierra. 
Nube, mañana,
pies descalzos,
tu rostro cubierto.

DETRÁS O DELANTE

en la vida detrás, en la Procesión del Santísimo delante Del, no pensando que uno

es el primero sino que el Último es el primero y uno reconoce que lo mejor está por llegar y que el que peripatea por el mar es el que viene a nuestro encuentro lleno de sal y viento para perfumar el cansancio y la noche de nuestra travesía. A El los aplausos, las flores, los himnos nacionales e internacionales, las campanas al vuelo, las gaitas y zanfonas, la música callada, el rumor de ángeles, las pisadas traviesas de los niños, y las miradas incrédulas de los que no sabemos ver en lo ínfimo la grandeza de lo divino.

QUEDO YO SOLO

y ellos son  cuatrocientos
cincuenta. No me quejo.
Bullicio, barullo, ruido,
incisiones, calor tórrido,
los dioses de siesta
con tapones en los oídos,
trance, rebaño,
coro abrazado,
estéril lamento, 
aturdidos por los suelos
sin una llama de fuego
que abrase el novillo.
Quedo yo solo y el pueblo ausente
esperando el rayo divino
que queme la ofrenda,
holocausto del olvido,
gentío frío
en busca de pruebas fehacientes
 milagros,
evidencias, 
al Dios, sin multitudes,
al que le basta uno.

TANTO

hasta el extremo,
incontable, desmesurado,
te hace madrugar
y despierta a media noche,
hasta la extenuación,
incalculable,
sobrepasa las nubes,
atraviesa las rocas,
 excede previsiones
rompe estadísticas,
lluvia mansa
marea viva
rocío de luz
que empapa
y deja mullido,
miga de silencio,
estallido.

SE ADELANTÓ UN POCO

rostro en tierra,
a un tiro de piedra
mis amigos se han dormido,
luna y olivos,
una sombra me aterra
soy un sollozo:
Padre mío, no me dejes
en esta hora,
me amarga este sorbo,
tiemblo, casi me derrumbo
pero si este es tu designio,
hágase...
Herido  me revuelvo
en este susurro
a tu  cobijo Padre
en este dolor
por la cruz y el olvido.

AHÍ

a un palmo de ti,
al alcance de tu mano,
se desprende un perfume,
una  lágrima
que resbala por su cara.
Envuelta en ropaje firme,
de una sola pieza,
junto a la cruz está
 la mujer, la madre
con la palma abierta
y el alma  atravesada,
 en pie,
sin doblegarse,
arrostrando el oscuro silencio
en  el mediodía donde se exhala
la vida, el agua y la sangre.