Su afán es comunicarse, entrar en relación y lo hace de una forma admirable. Por su sencillez y autorelativización asumiendo las medidas temporales humanas. Es el tiempo del surgir de la vida humana, de su concepción y desarrollo en el seno materno en el que se inserta el misterio de Dios, en las coordenadas necesarias para que la vida pueda formarse y llegar a ver la luz. No hay saltos sino un entrar en el dinamismo vital que hace de Dios un admirable misterio que nos deja sin palabras.
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