las que coronan tu cabeza
cuál laurel florido
arrancando la piel curtida
de tu sien.
Y tu cruz. La llevas
sobre tus hombros
subiendo al calvario;
vituperio y escarnio,
griterío,
gentío vociferando.
Jesús, despreciado,
no hombre, gusano.
Danos respiro y fe,
rostro de pedernal,
amor a tus espinas,
a tu cruz, carga ligera;
luz que resista
con frágil sonrisa
la embestida enemiga.
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