en la cruz de cada día,
un silencio engalanado,
ese clavo ardiendo
del corazón que sufre,
llanto de madre
por aquello que le anonada.
Cristo de la sal que escuece,
del pueblo que no cuenta,
de la fe que no entiende
el porqué del madero
del que cuelgas
ex ánime.
Cristo, Jesús bendito,
no nos abandones,
escucha,
tus brazos abiertos
y tu corazón traspasado
sanen las heridas
que te presentamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario