lo estará siempre mientras los interesados no consigan manejar la barca para dirigirla a su puerto. Es curioso pero a este paso harán casting de candidatos para dar con el que se ajuste al objetivo pretendido que desgraciadamente tiene que ver con el vil metal. Este tintineo se camufla con la fe recibida, una vivencia de la fe que se fue desvirtuando en aras de un aprovechamiento popular traducido en grandes fiestas para una pequeña población y los pingües beneficios que reportaba a los comisionados. El vaso rebosa de interés y lo estará mientras no alcancen tomar las riendas de algo que debió atajarse hace tiempo, a la luz de los aires renovadores del Concilio Vaticano II. En el mismo, el Pueblo de Dios adquiere relevancia sobre todo por caminar unido en la vivencia de la fe, esperanza y caridad. No se atisba que este sea el motivo de fondo. Donde se esperaría el vaso de agua fresca para los que siguen al que en la cruz murió gritando tengo sed, nos encontramos con un vaso distinto que no es sino el de la cruz misma.
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