Abierto en si mismo, en esa relación interpersonal que es amor que se derrama y plenifica. Abierto para alcanzar, como rocío imperceptible pero fecundo, a la humanidad en la singularidad de cada ser humano sea como sea y de donde sea. Abierto para acoger la voz suplicante que le invoca con fe porque siempre escucha y nunca desampara . Así es el Dios inclusivo y abierto.
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