En el abismo, en la oscuridad inaccesible, en donde la vida humana no cabe porque no alcanza la luz; es ahí donde Jesús, como taumaturgo, coloca lo inmundo, lo malo, lo contrario al bien y a la libertad del hombre. Porque en el actuar de Jesús emerge la nueva creación: la separación de la luz y la oscuridad, el marcar distancias entre la libertad del ser humano de todo lo que lo ancle en lo antisocial y antidivino. Jesús manda a las aguas abisales todo aquello que no ayuda al hombre a tener discreción, juicio, sabiduría.
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