Sí, se trata del título de una canción de Bob Dylan, recientemente galardonado con el Nobel de Literatura; un motivo para alegrarse y reconocer la capacidad creativa y esa prolongación en sus canciones que parecen alcanzar la eternidad. Esa infinitud de sonidos que emergen de su armónica y los delicados toques de guitarra de sus primeros años de carrera musical, nos sitúan ante la vida en su frescor, colorido y autenticidad. Felicitación sincera para esta figura musical, que trasciende lo puramente musical para ser reconocido como Nobel de Literatura. Por cantar sus canciones merece la pena estudiar inglés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario