Sin embargo no sabemos que palabras pronunció. Solo el silencio de su explicación es lo que nos queda. El eco de esas palabras se esconden en el corazón de aquellos que pasaron de la noche al día al ser acompañados por Jesús en el camino de la desilusión. Un corazón que alcanzó una llama inalcanzable cuando Jesús, sentado a la mesa con los dos discípulos, partió el pan y se lo iba dando.
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