Se agitaban los olivos, pero más el corazón del Hijo susurrando Abba.
No quiero este cáliz, me da náuseas,
me aterran esos mastines que se acercan.
Padre, hágase tu voluntad
que no es si no el amor
que me tenías al principio
y que siempre me ha sostenido
y que ahora es plenamente manifiesto,
porque donde estoy yo estás Tú;
y se hace patente que te complaces
en la sencillez de esta carne
temblorosa y asustada
por el mal humano
que descuartiza.
A tus manos me confío
y te se en mí porque voy a Ti.
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