Si llegamos a compartir esa postura con el gran patriarca, entonces estamos en situación de bienaventuranza. Porque la aparición del Señor en Mambré sorprende a Abrahán, sentado, junto a la encina, a la puerta de la tienda. Pero no se queda cómodamente dormitando, aunque la hora era propicia. Al ver a los tres hombres frente a él, corrió a su encuentro y hace lo posible para que acepten su hospitalidad. Sentarse con Abrahán es tener la dicha de poder ser visitado por el Dios peregrino que viene a nuestro encuentro; la dicha consiste en acogerlo con prontitud ofreciéndonos y abriendo nuestra vida; recibiremos el ciento por uno.
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