La que nos acoge, acompaña, la que comprende tu duda y apoya tu paso y tu decisión favorable a Dios. A ella nos encomendamos porque ella refleja en sí lo que todos ansiamos y deseamos aún sin saberlo. El vernos sorprendidos por Dios y ruborizarnos por tanto, cuando somos conscientes del límite en el que vivimos y sentimos el desconcierto por el horizonte de vida que se abre ante nosotros por gracia.
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