Sólo desde el Espíritu y en el Espíritu se puede llegar hasta la presencia de María, la Madre de Jesús y de la comunidad de sus discípulos. Se necesita acallar el estruendo de nuestro corazón y que solo el eco de su palpitar resuene para llegar al umbral del misterio de María. Es un acceso sin palabras para poder percibir el impulso de Dios que habita en su seno y gustar de ese aroma inconfundible que nos lleva a la certeza de saber que para Dios nada hay imposible.
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