olor a primavera,
una ventolera, sangre nueva,
cruz a cuestas.
Azucena perfumada,
asoma María, envuelta en gracia,
tras la celosía, a honra divina,
por ser su alma un nido
donde el reflejo de la luz
encuentra amparo y cobijo.
Y su sí no es una simple palabra,
es la respuesta valiente
de la joven nazarena,
al sueño de Dios por encarnarse.
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