haciendo ruido
con la silla del pupitre,
colgados de un móvil
que los sujeta al suelo,
deseosos de aprobación,
de aprobar aunque sea raspado.
Ansia de líneas y curvas, del dulce
sabor, de presencia, de quien entienda
el dolor de un suspenso, un rechazo,
un olvido.
Tutoras en la puerta
de al lado
y un capellán
para servir a cada uno con su nombre.
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