Fulgor, retablo de luz
que apacigua y serena
de las batallas que se libran
en el cuerpo a cuerpo
dentro del alma humana.
Vidriera que envuelve
los trazos abigarrados del mundo,
desplazamientos y horarios,
pasos apurados, sudor
en la frente, agobios y cansancios.
Destello inagotable de Dios,
del instante
en que fue vencida la tiniebla, la nada.
Tapiz luminoso,
rostro transfigurado
en la montaña alta.
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