Aquello que hace que uno sea como es y no de otra forma. Es tan importante nuestra identidad, nuestra sonrisa, nuestras palabras, silencios, nuestro idioma. Los pueblos tienen identidad, rasgos que los constituyen en tales, distintos de otros, ni mejores ni peores. Respetar la identidad es valorar lo específico y no hacer del todo un continuo, es dar importancia a lo distinto sin querer asimilarlo, dejando que sea. Cada uno de nosotros tiene lo propio como riqueza y es preciso compartirlo para superar el aislamiento y así entrar en relación con lo verdaderamente distinto que no distante, Dios.
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