La realidad de Dios no es incomprensible para los hombres porque de lo que vivimos y experimentamos podemos extraer comparación para saber de El. El es más cercano a nosotros de lo que solemos suponer. Tendemos a ponerlo lejos de nosotros porque consideramos que así le rendimos el respeto debido. Pero El, así nos lo manifiesta Jesús, es accesible y comparte con nosotros tantas cosas que nos parece admirable. De las realidades temporales y cotidianas de nuestro vivir podemos deducir quien y como es El: sorprendente como la vida misma.
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