El acusado de rey, que cuelga en la cruz, es un ajusticiado distinto, diferente. Desde la cruz la visión de la realidad es otra cosa. Las muecas de los contrarios le embellecen su rostro; los insultos le hacen insuperable. Es el momento decisivo y todos reclaman salvación. El Salvador está expuesto, desnudo, sujeto por la obediencia al Padre y por la rebeldía humana. Y el futuro se hace hoy en su corazón porque el amor es ahora o nunca.
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