Es un silbido divino que brota del Justo por excelencia, el que hace posible la justicia efectiva para todos. Porque un Dios impasible no pasa el corte; un Dios compasivo, compadeciente, es el que verdaderamente no se desentiende de los que son arrojados a las cunetas del mundo y extiende su misericordia y justicia hacia ellos. El soplo de sus labios es signo de su desagrado con la maldad. Para ello el Resto fiel a la Palabra de Dios es parábola de su rechazo a todo lo que conlleva daño, injusticia, estrago. Una misión muy complicada y arriesgada para su Pueblo Santo porque necesita del verdadero conocimiento del Señor para no sustraerse a lo que combate.
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