Dónde lo habrán puesto, preguntaba la Magdalena, con los ojos llorosos, con un corazón palpitando, en esa búsqueda desesperada y apasionada del cuerpo de su Señor, de su templo. Tras ver el sepulcro vacío,y eso que la piedra de entrada era muy pesada, el desconcierto no hizo mella en ella porque era más fuerte su desvelo por el jardinero, que resucitado se convirtió en jardín de encuentro con el Dios nuestro. Su deseo provocó un dinamismo de búsqueda que hizo posible el encuentro con el Resucitado y reconocerlo como tal. El se deja ver por los que ansían su presencia , por los que dan culto a Dios en espíritu y verdad, por los que saben que su cuerpo es un templo, la presencia real y viva del Dios que ama y no cesa de amar.
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