No se trata de llenar el vacío, de desalojar el caos sino de correspondencia, de vivir superando el egoísmo y dejándose habitar. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mi y yo en el. Se entra en otra dimensión, en la del que se rebaja para acogernos y al mismo tiempo se adentra en nuestro límite para iluminarlo desde dentro.
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