No hay flor que se te compare,
No estás para adornar, sí para adorar.
Nos conformas a Ti.
¡Llena con tu inmensa presencia
la opacidad y el pétreo corazón
que te desea.
Cuélate, Señor, en nuestra historia!
Un despiste, el sueño,
el letargo espiritual
o la lucidez momentánea
nos rendirán ante ti para cantar:
"Tantum ergo sacramentum
veneremur cernui".
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