No es un verbo extraño referido a la experiencia humana y por supuesto a la experiencia de Dios. Es verbo apropiado y adecuado. Nuestros sentidos nos dan la clave de nuestras vivencias y desarrollos. Partimos de lo que percibimos y desde ahí podremos alcanzar o ser alcanzados por Aquel que está encumbrado sobre todos los dioses y fue hecho un poco inferior a los Ángeles. Gustemos el sabor de Dios, saboreemos a Dios, su bondad, que está por encima de cualquier contingencia y hace posible lo imposible. Este plato es fortalecedor del cuerpo y del espíritu y proporciona una belleza tal y secreta que lo hace apetecible día y noche. ¿Ha alguien que me quiera facilitar lo que considera como la formula secreta para alcanzar esa belleza única y universal?
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