Son las que ha dejado Jesús tras de sí al venir a este mundo. Las podemos recorrer si, venciendo nuestros miedos, nos ponemos en el camino del corazón que El entregó sin reservas hasta desangrarse por nosotros y por muchos. Esa itinerancia tiene su fuente en la Eucaristía en cuanto nos envía al mundo y se hace en verdad memorial de vida y no cumplimiento formal de un rito. Ponernos en camino al encuentro de las personas no se mide por el éxito o el fracaso sino que su valoración está en la manera evangélica de llevarse a cabo y por eso supera parámetros sociológicos porque entra en juego lo Pascual, la lógica del Reino que tiene que ver con las personas, con su capacidad de entrar en relación con otros y de romper la frontera de la indiferencia.
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