Se trata del dinamismo que se refiere al Espíritu de Dios, que como decía una canción carismática, se mueve. Y te mueve y te hace salir de tu instalación y armadura, soltar amarras y ponerte en el camino de la gente para escucharla e interesarse por su camino, no por curiosidad, sino por reconocer la presencia de Jesucristo, en su ambivalencia pascual, en la persona o familia con la que te encuentras y si fuera posible que columbren en ti, itinerante, la presencia del Señor vulnerable. Bendito sea Dios porque en estos días he podido realizar una experiencia de itinerancia apostólica y parroquial con Frédéric Fornos sj., Director internacional de la Red mundial de Oración del Papa, Francisco, y por las personas y familias que nos han acogido de una u otra forma. El Espíritu de Dios se mueve y nos empuja a ir sin otro interés que el de en todo amar y servir.
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