Este es el don que Dios nos hace. Nos lo da, el corazón de carne, quitándonos el corazón de piedra, el que nos vamos labrando y con el que nos volvemos ariscos, insensibles. Nos trasplanta uno de carne para que nuestros latidos nos acerquen a El y a los demás, un corazón abierto y ensanchado como el de Jesucristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario