El eucarístico, que recoge los gozos y los sinsabores de lo humano y los transforma en un pan único y de gusto incomparable. Es el pan de cada día, el que se te ofrece para tu camino, descanso para tus pies cansados, alivio para esas lágrimas que derramas en lo escondido. El está ahí inmóvil, callado, humilde para que tú te puedas mover, anunciar el gozo que derrama en tu corazón y para que reconozcas todas las maravillas que hace en ti. El te habla cuando no tienes palabras y ensancha tu corazón cual horizonte inabarcable.
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