Silencio, un claroscuro
que no horada tu palabra
ni la encalla en el susto;
un inesperado suspiro
que brota ante la tumba vacía.
Amanecer de búsqueda insegura,
palpitar del alma,
pasos que se avivan con la luz
que no ciega.
Y es tu libertad la que se estrena,
y Dios se regocija
por tus latidos de verlo.