Celebramos en este día la Presentación de Jesús, en el Templo de Jerusalén, a los 40 dias de su nacimiento. Su presencia insignificante es la nueva presencia de Dios. No son los grandes sillares sino los brazos del anciano Simeón los que lo acogen y acunan. Se le cae la baba a Simeón por este regalo, el regalo de su vida. Sus ojos ven la salvación.
María y José permiten que el mejor Israel, el Resto siempre fiel y justo, pueda encontrarse con aquel que era el Esperado. Este es el nuevo David que construirá con su vida, muerte y resurrección el nuevo y definitivo Templo de Dios.
María y José permiten que el mejor Israel, el Resto siempre fiel y justo, pueda encontrarse con aquel que era el Esperado. Este es el nuevo David que construirá con su vida, muerte y resurrección el nuevo y definitivo Templo de Dios.
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