El verdadero fuego del cielo es el Espíritu Santo, el amor que incendia el mundo de perdón y misericordia. Esa llama de amor que ojalá estuviera ardiendo en cada uno de nosotros y que nos hace dignos del don de la vida que hemos recibido. Que el odio y la revancha no sea lo que prime en el mundo porque lo que hace posible este mundo es el amor primero de un Dios que lo riega todo con su rocío de luz.
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