hágase la luz y así fue. La luz era buena y por eso, Dios la separó de la oscuridad haciendo brillar su propio resplandor en ella. Ese brillo, reflejo del mismo Dios, es el que aparece ante nuestra mirada de fe en cada ser viviente, en cada realidad creada. El inigualable ser de Dios nos impulsa a ser luz, vida, bondad. Alabado sea Dios que en su Palabra ha creado el universo, brindándonos la gracia del reconocimiento del que es Todo en todos.
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