Hombre, mujer, un binomio que refleja en su comunicación la faz luminosa de Aquel que es Creador. Ese camino de divinidad, que sobrepasa lo humano en su individualidad, es un don, un regalo que se nos ofrece como posibilidad de acceder al origen que es Dios mismo. Ese manadero de vida, de comunidad, es algo que como ideal se ofrece a cada uno sin merecerlo. Solo así seremos lo que se nos dado para hacer resplandecer al Dios que como origen no cesa de amar.
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