Sabemos dar cosas buenas. Esa es la paradoja como siendo malos, árboles dañados podemos producir algunos frutos buenos. Y es que la bondad es la semilla divina en nosotros que no puede ser conculcada ni aniquilada. Aunque seamos malísimos siempre habrá una gota de bondad que aparecerá en cualquier momento. Al contrario siendo buenos, eso no garantiza que no podamos cometer fechorías. La clave está en no dejarse arrastrar por la botella medio vacia sino descubrir lo que de verdad es consistente.
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