Su rostro, un sol
que sin deslumbrar
ilumina, reverbera,
pacifica el entrecejo,
ahuyenta el ruido,
la mueca hueca,
los faroles, el sinsentido.
Nube luminosa,
Hijo en la montaña,
una voz poderosa.
Dios entre líneas
desgranando amor
en los márgenes del mundo
en los vértices,
en las esquinas.
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