Un rocío de luz,
casi imperceptible
mece el desierto
mientras el crepúsculo
se diluye en los destellos
de estrellas que Dios llama
por su nombre.
Y lo árido e infecundo
se vuelve vergel
por las minúsculas gotas
anochecidas en las oquedades
de un espíritu indómito.
Y una nube de lluvia y luz
siembra con su presencia
el ansia de seguir y agradecer
el perfume primigenio
de la libertad germinada.
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