Es la cualidad primigenia que le corresponde a Dios, que en su amor incomparable hace posible la vida fuera de si; es la muestra de que el amor genera nueva vida y que su dador no la aprisiona ni la somete sino que la hace libre incluso para que le pueda decir no a Aquel que la generó con tanta ternura. Que buena es esta cualidad en cada uno de nosotros, don prístino divino, no para hacer nuestros malabarismos sino para poner de manifiesto la obediencia de la fe.
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