Dios se puede oler porque el exhala su perfume y nosotros podemos aspirarlo. El olor a Dios es misericordia entrañable, espíritu de servir con gratuidad, disponibilidad para la cercanía,mirada limpia en la calle, en la iglesia; silencio para no manchar al vecino o forastero con desprecio y maledicencia. Su olor , el de Dios, es agradable en Cristo, una fragancia de nardo auténtico , de un valor incalculable.
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