que permanece abierta
para quien ansía la vida verdadera.
A nadie encierro ni detengo.
Por mí se accede a pastos verdes.
Te salgo al encuentro, te saludo,
te abrazo, te unjo con perfume
oleaginoso, te revisto
con túnica blanca, y en la montaña
te doy la luz de mi rostro,
la vida que me ha sido dada.
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