Cuando Jesús da algún tipo de "poder" nunca es para un beneficio propio e interesado sino para hacer bien y de forma gratuita. No se pretende instituir una especie de gente especial, investida de facultades superiores, ante los que la gente busque remedios inmediatos a sus miedos e incertidumbres. Jesús faculta a otros desde su amistad con ellos para la colaboración con Él y para extender el Reino de Dios que El con su misericordia mostró.
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