Levantarse temprano es una práctica común monástica. Se trata de dedicar las primeras horas del día a Dios que no duerme ni reposa. En nuestra época proponer madrugar, cuando lo políticamente correcto es trasnochar, es ir contracorriente. Pero de eso se trata, de no dejarse llevar por la corriente dominante sino de tener arrestos para situarse en esta vida en autenticidad y en la búsqueda de Dios. Esta búsqueda comienza con una diferente forma de vivir nuestro tiempo. Nuestra conversión comienza con un cambio en nuestra manera de estar en el mundo.
Ya lo decía San Benito: Levantémonos, pues, de una vez, que la Escritura nos desvela diciendo: " Ya es hora de despertarnos del sueño". Y abiertos los ojos a la luz deífica, escuchemos atónitos lo que cada día nos advierte la voz de Dios que clama" Si hoy escucháis su voz, no endurezcáis vuestros corazones".
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