Este fue el tiempo que María paso con Isabel. Un tiempo de bendiciones, de cánticos y alabanzas al Dios de Israel. Tiempo de comunicación, de palabras de vida y silencios, de servicio continuo, de atenciones mutuas. Una casa llena de vida y de delicadeza que no cansa. Un adviento único e irrepetible que nos invita a la búsqueda permanente de Dios. Tres meses de desarrollo intrauterino del Hijo de Dios, el Salvador; tres meses para la maduración del Precursor, culminando en su nacimiento.
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