Y no de excursión, como algo exótico, sino como la necesidad de experimentar la ausencia, la falta de recursos, la cruz, el ninguneo y no por afán masoca sino por la desnudez descarnada que te hace sentir vivo, cuando la tarde cae y el sol ya no aprieta, la brisa enfría tu rostro y en lo alto, la luna llena proyecta sombras de libertad.
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