Que permanece siempre, teniendo la seguridad que no se desplomará, caminamos tranquilos, confiados. De la misma manera la promesa de Dios es firme, sus promesas no son figuradas, no nos inducen a la sospecha . Tenemos la confianza de saber que está ahí y que su estar con la Iglesia y en la Iglesia no es cuestión de nuestra fidelidad, valiosa y necesaria, sino de su propio juramento que se mantiene incólume en medio de tormentas y zozobras
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