¡Cuántas lágrimas! Son la expresión de un dolor de toda la humanidad humana porque la que se goza con el dolor ajeno ha perdido las entrañas y la dignidad. Y apelar a algún dios para justificar lo injustificable, es manchar todo lo que tiene que ver con lo sagrado. La verdadera religiosidad comienza con el respeto de la vida humana.
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