Los atentados premeditados de París son la muestra palpable como el mal, cuando tiene cabida en el corazón humano, convierte a los que planean y los ejecutores de atentados en malignos y causantes de un estrago humano contrario a Dios, que quiere que todos vivamos y nos respetemos. El modus operandi es siempre muy similar: acción rápida y calculada llevándose por delante todas las vidas que se pueda y autodestrucción. Después el silencio, la luz, la palabra de condena y repulsa, la reunión y las muestras de solidaridad, la indignación general. Sigue un paréntesis donde parece que todo vuelve a la normalidad, mientras los que planean la forma de seguir causando horror contra el género humano, ya están confabulados en otra indignidad nacida del maligno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario