Nos hace falta continuidad para el bien. Para que nuestros sentimientos sean los de Jesucristo, que venció el odio. La perseverancia es lo opuesto a la terquedad en el mal. Eso es perversidad. Cuando hablamos de perseverancia nos estamos refiriendo a la flexibilidad para corregirse y reemprender de nuevo el camino. Es el no dejarse vencer por el desánimo ante las primeras de cambio y saber aguantar en silencio. Es originarse desde la soledad en Dios para vivir a la intemperie de su presencia, en medio del mundo.
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