es dejar que el silencio pueda anidar en nuestras vidas y cobijarse. El silencio no es un vacío, un ángel que pasa, ni una incomodidad sino un ámbito necesario para que resuene la vida y la palabra ; y así el diálogo sirva efectivamente al encuentro de personas. No se trata simplemente de intercambiar informaciones, conocimientos sino de algo único y cotidiano, el desvelarse, el darse, el que cada uno en lo que es se descubra a otro y se produzca esa corriente mutua que fluye perenne e inagotable incluso en época de sequía.
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