la alegría,
esa danza cotidiana
que Dios baila
con ritmo y gracia,
pan y vino, fiesta.
No tengo la puerta cerrada.
La pido, la requiero, la necesito
y con el corazón abierto
ya la recibo
mientras la espero.
Y en cada rostro veo huellas
de su paso de puntillas
por los entresijos del alma.
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